jueves, 27 de octubre de 2011

Que te den

Esta entrada de hoy es un desahogo. No hay ni una buena palabra. Ni melancolía, ni sensibilidad. Solo hay un montón de reproches y de insultos. Podría haberlo escrito con otra forma, podría haber enredado con las palabras y que hubiera salido más desgarrador y menos atropellado y soez. Pero no me da la gana, quería escribirlo así. Hoy no es un buen día para leerme, más bien solo me sirve a mí.



Te has olvidado. Te has olvidado de cómo pasaron las cosas. Entraste en mi vida de puntillas, en un momento en el que todas las puertas estaban abiertas y yo tenía anuncios de hora feliz y de segunda copa gratis. Y sin darme cuenta pasaron cosas, primero yo viajaba los fines de semana, luego viniste tú y te trajiste un cepillo de dientes. Y cuando quise mirar estabas en mi casa y ya no te ibas.

Miré alrededor y vi gatos y perros, y todas tus cosas. Pero no era suficiente. La casa tenía que ser más grande. Vendí parte de mi herencia y tiramos la casa abajo, y nos fuimos a vivir de alquiler mientras levantaban los dos pisos que habías diseñado. El constructor nos engañó, eso no fue culpa tuya, y tuve que venderlo ya todo. Por fin teníamos la casa que querías. Pero los animales habían destrozado los muebles, así que había que comprar más. Empeñamos lo poco que ya tenía. 
Ahora si. 

Falló el anticonceptivo y apareció un niño. Ni siquiera se si era mío. Cuando nació lo fue, por supuesto. Pero resultó que el peque venía defectuoso, no tenía interruptor de apagado, ni pilas que quitarle. No pasó nada, ya me hacía cargo yo de sus llantos, de sus paseos, de sus baños.
Todo iba bien.

Pero no estabas agusto con los vecinos, conseguiste enemistarme con todos, ¿cómo no iba a ponerme yo de tu lado? Te llegaste a inventar un intento de violación...Vendimos y nos fuimos a vivir a mitad del campo, solos.

Pero todo lo anterior no es lo malo. Lo peor es que no te conformaste. Seguiste haciéndome la vida imposible por cualquier cosa. Todo era poco para tí. El niño te volvía loco, pues ya lo llevaba yo a la guardería antes de irme a trabajar y luego lo recogía. Y me recibías con una bronca por cualquier cosa, con discusiones constantes en las que yo no entraba y que me comía. 

Enfermé. Y lo pasé yo solo. Todo era una molestia para tí. Un año de médicos, de pruebas, de desmayos sin saber por qué, de la sospecha de lo grave que podía ser. Yo solo. Tu no querías saber nada de eso. 
Y seguía trabajando, pero con eso tampoco estabas agusto. Querías ese sueldo, pero con un trabajo de 9 a 5. Y sin viajes. La vida no es así, te repetía y te daba igual. Tú también trabajabas de vez en cuando, pero todo era una mierda, todos los jefes eran unos cabrones. Nunca durabas más de dos semanas.

Y seguiste con las movidas, con los gritos, con las malas caras con las amenazas del fin. Y lo querías compensar con sexo, pero ¿sabes? tu coño no vale tanto. Ninguno lo vale, pero el tuyo menos.

Un día te di la razón en medio de una de tus broncas, y que sí, que se había acabado. Llegaron los llantos primero y los insultos después. Pero yo ya no quería vivir así.

Me arrancaste lo único que yo quería, pero no te duró mucho. Te inventaste un trabajo no se donde y me diste al niño. No podías soportar no poder hacer tu vida. Yo encantado.

Cuando el niño ha pasado por todo lo que ha tenido que pasar, tu ya sabes en lo que has estado.

Pero llevas desde entonces echándome mierda encima, contando no se que batallitas que salen de tu imaginación, porque si de verdad pensaras lo que has hecho supongo que no podrías vivir con ello.

Sabes que todo esto es un resumen, que podría decir millones de cosas más.

Aun así solo una cosa no te perdonaré, lo que le has hecho al niño. El abandono que le has creado. El poco caso que le has hecho porque lo más importante eras tú y solo tú. Cómo le has utilizado para aplacar tu conciencia cuatro días al mes. Todo lo que le has contado, las mentiras que le has dicho para sentirte tú bien, importándote una mierda como se sintiera él.

Y tienes el valor de decirme que tenemos que hablar más porque no sabes cómo le va al niño.
Y ahora sigues contando por ahí tu mentira a quien te quiera escuchar. 

Tu no eres una madre. No eres persona. Eres una hija de puta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cisco,te leí esta tarde pero me tuve que marchar y no pude escribirte nada.
Tus palabras han estado dando vueltas dentro de mi alma todas estas horas,en el coche,en casa de mi hija,en el supermercado...
Es terrible que te hagan daño las personas que tienes cerca,aquellas en quienes confías,aquellas a las que quieres o has querido alguna vez.
He pensado mucho en tí esta tarde.
Ojalá un rayo luminoso borre las negruras de tu vida.
Un abrazo. Lunalia.

Cisco dijo...

Lunalia,

gracias por tus palabras.
Era solo un desahogo, sacar la rabia fuera. En el texto está implícito que esa es mi verdad, y que yo también tengo culpa. La de no haberme sabido enfrentar a ello en el momento que tenía que hacerlo.

Gracias a ti otra vez. Por leerme y por tus deseos.
Un abrazo.
Cisco

R dijo...

Lo siento tanto....

Tanto....

No soy nadie, pero quiero que sepas q estoy aquí.

Y te envío todo mi afecto.

Si te sirve, ahora el futuro es tuyo y de él. Y lo demás no importa. Estás tú y está él, y ambos tendréis cosas buenas en común y por separado.

Lo sé. Créeme.

Con mucho afecto,

R