Tengo la tentación de pensar que éste ha sido un mal año. De desear que acabe para que empiece el siguiente. Es cierto que no ha sido una carretera lisa y que muchas piedras y baches me han sacado del camino e incluso han averiado el motor.
Pero sería injusto dejar de lado lo bueno. Y ha habido bueno.
Sobre todo en forma de momentos, esos en los que he sentido lo que nunca antes y que hacen que, aunque acabara muy mal, el dolor y el sufrimiento de después no empañe en absoluto la luz que me deslumbró y me llenó por un tiempo.
Ese después que es ahora, en el que el dolor por lo perdido ha dejado paso a la mala conciencia por el daño infringido.
Pero esos momentos son los que realmente quedan en mi vida, en esa parte de la memoria que llamamos corazón. Y no puedo evitar alegrarme por haberlos vivido, aunque se fueran.
Y también este año se ha confirmado una vida 2D en la que tengo amigos, que malconociendome han estado ahí. Han ayudado a sobrellevar las piedras y a esquivar baches. Con los que he reído y llorado. He aprendido y he olvidado, y que (esto es lo mejor) seguirán estando el año próximo.
Han llegado también amigos nuevos, de esos que no te esperas, que aparecen en la lluvia con un paraguas y una sonrisa, y entonces sientes que no necesitabas nada más, y que ellos lo sabían.
Ha habido muchos momentos en los que he creído estar solo en la pelea que se ha convertido mi vida de un tiempo a esta parte. Pero esos amigos no han dejado que esos momentos duraran demasiado, han puesto azúcar en mi corazón y alcohol en las heridas. Así me han hecho imposible rendirme.
He recibido regalos en forma de canciones y sonrisas que significaban mucho más, que abrían paso al calor cuando solo parecía haber viento helado de frente. Y eso ha hecho que llegue hasta aquí, quien sabe si solo lo hubiera conseguido.
Y ahora empieza otro año. Al que no le pido que sea mejor, solo más fácil.
Por todo lo que he dicho antes, por lo que no he sabido decir y por lo que ya sabéis, GRACIAS.
Para ti.
Para vosotros.