martes, 25 de octubre de 2011

Nadar

Empieza a amanecer. El sol dibuja colores con las nubes y la terraza empieza a llenarse de luz. Café caliente, humo en mis pulmones y el ipod por una vez ha elegido bien y la música que proyecta hace juego con el momento. Los árboles delante dejan caer ya las hojas, como si no les importara, y los pájaros dudan si quedarse un poco más. Al fondo la montaña, acosada por nubarrones pero sin dejarlos pasar, manteniendo a raya cualquier intento de estropear el dia.

Detrás de mí espera mi casa, caliente de la leña que acabo de echar en la chimenea. Y más música, Y la habitación desordenada de un niño que siempre me hace sonreír. 

Recibo un mail con palabras bonitas, mensajes en el ordenador que me recuerdan que tengo amigos. Y lo importantes que son para mi. Fotos en las que recrearme, para saber que la vida es bonita, que vivir tiene que ser reír aunque no haya una cámara delante. Y mares que cruzar...

Pero es mentira. No se nadar, no se cuándo pero lo olvidé. Y me ahogo en este mar. Ayer el remolino tiraba de mí hacia abajo y yo nadaba contracorriente aun sin fuerzas. Pero hoy ya no hay remolino, hoy ya no te pienso, no hay sueños. El mar está en calma y aun me ahogo. Y pienso que aunque volviera a acordarme de como hacerlo, aunque el recuerdo de cómo dar brazadas volviera a mí, no sabría donde ir, y lo que es peor, tampoco quiero buscarlo.

No hay tierra a la vista, no hay faro, no hay playa, ni siquiera isla desierta, ni un mensaje en una botella.

No es que los días sean malos, es solo que no van a ser mejores.

1 comentario:

R dijo...

Te he lanzado mil bengalas de colores. Mira bien. No tiene pérdida; escriben en el cielo: estoy aquí.

Un abrazo,

R