Me gusta amanecer con el día. No soporto que el amanecer
ocurra para los demás y que yo me lo pierda. Es mi momento, cuando estoy de
verdad solo, y cuando más sincero soy conmigo mismo. Cuando preparo mi cuerpo y
sobre todo mi mente para lo que viene. Cuando soluciono mis problemas. Cuando me
hablo de lo que me preocupa. Cuando me contesto, cuando lloro, cuando rio,
cuando me crezco.
El amanecer lo siento como una nueva oportunidad, cuando lo
que condiciona mi vida está tan lejos que no me salpican sus gotas. Y me gusta
amanecer desde mi terraza observando como amanecen los demás. Me pone en mi
lugar.
El amanecer tiene siempre algo que lo hace especial,
sospecho que es más mi forma de mirarlo que su propia realidad, más lo que
significa que lo que es.
Necesito media hora del amanecer para encontrar mi sitio,
con mi café, con los dos únicos cigarrillos que fumo al día, con mi soledad. Y
cuando me he encontrado, cuando me he dicho las cosas a la cara, cuando ya
estoy listo, necesito que vengas, me abraces y me beses. A pesar de todo lo
dicho, sin esto último lo anterior no serviría de nada.
Por malo que sea el día, ya habrá merecido la pena
empezarlo.
Cuando te pierda, no volverá a amanecer.
1 comentario:
Nos encanta ver que vuelves a escribir, aunque no lo creas somos muchos los que nos alegramos.
Tu eres nuestro amanecer.
Animo.
Publicar un comentario